
La cañada real Burgalesa viene de la sierra de la demanda pasando por Lerma, donde se divide en dos grandes ramales para juntarse de nuevo cerca de Hérmedes de Cerrato y seguir, por los páramos del Esgueva hasta Valladolid. Luego irá a Medina del Campo y la provincia de Ávila, para conectar con la cañada real Soriana occidental y acabar en Extremadura…
Esta vez nos hemos trasladado a la provincia de Burgos para subir desde Tordómar hasta más allá de Torrecilla del Monte por un ramal y volver por el otro, atravesando Lerma. Como de costumbre, no nos ha defraudado.

El Arlanza en Tordómar
En Tordómar hemos rodado poco más de dos kilómetros la ribera del Arlanza, buscando los posibles abrevaderos de las fuentes de Añuequez y Callejuela, que ya no hemos encontrado. Luego, hemos subido al páramo por las cañadas de Valderroyuela y Valseco, para conectar con la de Malpaso. Gracias a esta última vía, se ha podido conservar una cinta de bosque de roble con la anchura de una cañada y más de dos kilómetros de largo. Hay que decir que todos los alrededores de Lerma están atravesados por multitud de vías pecuarias, unas de ganados trasterminantes, otras de ganado local y otras también aprovechados por los trashumantes de la Mesta durante siglos. De ahí también la variedad de los nombres.

La cañada es el bosque
Cruzamos por un puente el ferrocarril Madrid-Burgos y retomamos la cañada. Por aquí abundaron las tenadas, de hecho se recogen en los mapas, pero como mucho contemplamos las ruinas de los que fueron o nada de nada. Poco después de pasar el ferrocarril, sí vimos una enorme granja de cerdos sobre la que volaban un gran número de buitres; unos estaban posados –suponemos que dándose un festín- y otros llegaban muy de lejos…

Desde la cañada
Cruzamos la autovía y seguimos por una franja de monte que se fue trasformando en un amplio bosque de roble. Cuando divisamos a lo lejos la iglesia de Santiago en Torrecilla del Monte, decidimos acercarnos a ver este pueblo, que no defraudó. Tras ver los restos de un viejo barrero, nos aproximamos a ver el curioso Cubo de Valderquite, curioso manantial que surge en una ladera y a veces se puede convertirse en una especie de torrentera.

En el Cubo de Valdequirte
Bordeamos la Tierra del Guarda, punto más alto de nuestro recorrido, desde el que ya veníamos contemplando la sierra de Mambras y, más allá, la Demanda envuelta en nubes, y pasamos al otro ramal de la cañada real Burgalesa, éste pe4rfectamente amojonado. Empezaba la vuelta.

Bajando hacia la ribera del Arlanza
Tras cruzar unos prados, comenzamos la bajada por el arroyo del valle, entre manantiales, praderas, sembrados y bosques –una pequeña Arcadia, especialmente para los buscadores de setas-, hasta llegar a la misma ribera del Arlanza, donde vimos los restos de un molino y volvimos a salir a la carretera por la finca de Báscones. Desde allí nos acercamos a Santa Inés, curioso pueblo de barro gris blanquecino, plaza porticada e iglesia románica. Además, justo por aquí pasaba la calzada romana de Clunia a Sasamón, que cruzaba el Arlanza por un puente que había cerca del molino visitado.

Plantaciones de chopos de Santullán
La cañada antes y después de Santullán del Agua estaba impracticable, convertida en una gran plantación de chopos, con abundante maleza y sin caminos; incluso tuvimos que superar, con dificultad, un terraplén de cinco metros de altura. Pero conseguimos salir airosos de todo ello y rodar los últimos kilómetros por asfalto hasta el puente de Lerma, por donde también cruzaba el Arlanza nuestra cañada.
Aunque ya teníamos unos cuantos kilómetros entre pecho y espalda, ascendimos 50 m hasta el palacio ducal y, desde las inmediaciones del convento de las carmelitas nos asomamos a contemplar la amplia vega del río, también teníamos al lado el monumento al cura Merino.

Visión de Lerma
Ahora ya sin tomar conscientemente vías pecuarias, nos desplazamos hacia Ruyales, de bonito y onomatopéyico nombre. ¡Hermosa estampa íbamos dejamos atrás! La verdad es que toda esta excursión ha estado salteada de pequeñas ascensiones –con sus correspondientes descensos- que nos han permitido gozar de unas estupendas vistas del paisaje más próximo y más lejano.

En la vega
Visitada la fuente e iglesia de Ruyales, a continuación bordeamos el profundo monte de Valdesquilón, para presentarnos en Tordómar, entrando, como los antiguos exploradores, por el puente romano –o por lo que fue un puente romano- de 23 ojos que conserva próxima una calzada semejante a las que hemos visto en Toro y Becilla de Valderabuey y dos miliarios con inscripciones en latín.
También visitamos -por fuera- la iglesia, y callejeamos un poco. Aquí, el trayecto, de unos 60 km.
