Después de tanta agua caída del cielo –octubre lluvioso, año copioso– uno no puede aventurarse por cualquier camino. Y como de los pinares huye el barro, nos fuimos a dar una vuelta, sobre seguro, por los montes de Portillo y La Parrilla, partiendo de Aldeamayor: efectivamente, los caminos se encontraban con algunos charcos, pero sin barro. Las bicis no sufrieron, pero si las piernas de los ciclistas ya que, a pesar de todo, rodar sobre arena, aun mojada, requiere un serio sobreesfuerzo. Además, la tarde estaba ventosa, de manera que por esa razón también era recomendable marchar entre pinos.
Había setas en los caminos y en la tamuja, aunque no muchas. Me imagino que saldrán más adelante. Atravesamos pinares: algunos –los próximos a Aldeamayor y La Parrilla- tenían abiertos largos claros de sembrados. Otros, como los de Las Arenas, eran densos y cerrados. En todo caso, no vimos a nadie en el trayecto, ni tan siquiera buscadores de setas, que ya es decir en pleno mes de octubre…
Pasamos por los corrales del Comeso, bordeamos el páramo de Portillo con su castillo como silueta de fondo y el cerro de Munguía –toponimia vasca- en primer plano; cursamos visita al pino de la Canaleja o pino Gordo de los Llanillos, ejemplar de piñonero que tiene más de 20 m de altura, con 23 m de diámetro en la copa y casi 4de perímetro troncal. Según parece, se podrían contar en su tronco 250 aros, o años. Como está rodeado de hermanos suyos más pequeños no se le apreciar bien toda su corpulencia.
También nos acercamos a La Parrilla y bajamos del páramo aprovechando el camino del arroyo Sangüeño, precioso en otros tiempos, pero ahora, en estos últimos, hay que ir más pendientes de la maleza que te impide rodar libremente que del paisaje. De todas formas, es muy agradable la cercanía del pinar por la orilla izquierda y las laderas de Ontorio por la derecha.
Una última visita a la Virgen del Compasco y, tras cruzar la urbanización El Soto, estábamos de nuevo en Aldeamayor. Ha sido un paseo corto: 28 km, que podéis seguir aquí.
