
No todas las excursiones son en primavera, cuando se produce un derroche de colores en casi cualquier paisaje; ni todas son por bosques y cortados llenos de contrastes… Otras muchas lo son en días grises de niebla cerrada, o cubiertos y nublados, o por un otoño saturado de pardos antes de la llegada de la otoñada, cuando los campos quieren reverdecer y salen las setas de paseo.

Y es que la última excursión fue con cielos cubiertos –incluso nos cayeron tres chaparrones suaves, si bien el sol salió en otras dos ocasiones que aprovechamos para sacar alguna foto- y por los campos agostados y pardos de la Moraña, comarca que linda por el norte con la sierra de Ávila y por el sur con la Tierra de Medina del Campo.
Temperatura agradable; ni frío ni calor. Viento sur muy fuerte: a la ida de cara y a la vuelta de culo, o sea que la vuelta fue un verdadero paseo, nuestras bicis parecían eléctricas. Y algo de barro. Todos estos fueron los condimentos de la excursión cocinada este otoño.

Laguna del Oso
Buscábamos lavajos. Pensábamos que gracias a las últimas lluvias se habrían medio llenado, pero no fue así, la mayoría estaban secos, mostrando algunos su salitre blanquecino y seco. Nuestro objetivo fue llegar a las lagunas del Oso y éstas sí tenían agua: la pequeña, cerca del pueblo mantenía abundante carrizo verde y el antiguo lavadero con agua fluyente. La laguna grande también tenía agua, pero reducida a un charcón lejano, pues parece que no se puede acceder a las orillas.

Lagunas del Cerbujón
La charca de Narros estaba seca, así como la laguna de Navarredonda y las lagunas del Cerbujón. Sin embargo, tanto en Palacios Rubios, como en San Vicente de Arévalo y el Bohodón, sus lavajos, convertidos en un accesorio más del parque municipal, no sólo mantenían su nivel, sino que daban cobijo a numerosos patos y gansos.
Y fuimos sorprendidos agradablemente por una laguna en la que nadaban cientos de ánades reales un kilómetro y medio antes de llegar al final de la excursión, en Palacios Rubios.

Si ruedas por Ávila siempre dudas de las avileñas. Éstas se aprovechan del extenso humedal del Oso
¿Qué más? Pues que, dado cómo estaba el día y el campo, agradecimos las paradas en los pueblos para contemplar su arte mudéjar, especialmente en sus iglesias. Descubrimos que en San Vicente había nacido el escultor de la famosa Cibeles madrileña, Francisco Gutiérrez, y allí estaba, inmortalizado en el momento de esculpir.

Cerca de Palacios Rubios
También paramos en las ruinas el molino del Imposible, junto al Arevalillo y, a la vuelta, en la ermita del Cristo de los Pinares, donde llamó la atención su plaza porticada. Hay una romería en septiembre donde se juntan miles de romeros de Arévalo y de toda la Moraña. La talla del Cristo es románica del siglo XII.
Aquí, el recorrido seguido, de unos 60.
