Los ciclistas de Quintanilla llaman a esta vuelta la Clásica, porque tiene un poco de todo -monte, páramo, valle, canal, río- y es francamente agradable y bonita. Son algo más de 40 km y se puede recorrer al ritmo que se quiera. Cada uno al suyo, claro. Además, el trayecto sigue, en buena parte, los límites del término municipal.
Monte
Para empezar subimos la cuesta por el camino Basilón, de buen firme aunque muy empinado al llegar a la varga. Eso ya nos pone en forma y nos calienta, si hiciera frío. Y es que la mañana estaba fresquita a pesar de reinar el mes de Julio…
Después, recorremos por una excelente pista el monte mixto de pino, encina, roble y enebro hasta salir a su mismo límite, donde se levanta un chozo de pastor en muy buen estado, cosa llamativa.
Pero antes –es la novedad de esta excursión- nos acercamos a la fuente de Carracuéllar, que se encuentra en el mismo borde del páramo, entre el cerral y el bocacerral. Los vecinos de la zona la han visto este año rebosando agua como nunca. Ahora está seca y nos recuerda la cueva de Valdelaperra, si bien es de dimensiones menores. Dentro hay barro, pero nada de agua. ¡Volveremos más adelante, en época de lluvias!
Seguimos por el monte, por la linde entre las dos Quintanillas –el camino es ahora francamente malo, pero muy aceptable para las burras– y a nuestro paso se amontonan los restos de chozos y corralizas: eran otros tiempos en los que, además de aprovecharse la madera, se utilizaban también los abundantes pastos y los pastores traían por aquí al ganado. El suelo de este monte no está seco, como el de los pinares, sino que mantiene un tono verde que le da un aspecto especialmente agradable y apto para el paseo.
Páramo
La llegada a la ermita del Cristo del Cabañón marca el comienzo del páramo abierto. El día es claro y aparece al fondo la sierra de Segovia. Poco después, cruzando entre navas u hoyos, nos acercamos a la fuente del Tasugo, que echa dos enormes chorros a pesar de que está casi en el mismo ras del páramo. Un poco más allá, dos enormes chopos señalan un manantial que, unido a la fuente anterior, conforman el nacimiento del arroyo Valimón.
El camino del comienzo de este valle ha desaparecido. Como han segado ya, lo tomamos a campo traviesa.
Valle
Llegamos a una almendrera y luego cruzamos el Valimón para rodar ya por el camino. Ya estamos en el valle. Las sendas y caminos del principio no están muy utilizados y tienen hierba abundante. En el paisaje domina el verde. Pasamos por el Granizo y seguimos bajando entre campos de cultivo y pinares. Enormes piedras calizas de asoman amenazantes. En otros momentos, las laderas muestran sus cantiles calizos. El arroyo sigue con agua a pesar de que se riegan maizales y remolachas. La cuesta que nos conduce hacia el Este es muy suave pero larga. El agradable paisaje nos hace olvidar que estamos en plena canícula. Se abre progresivamente hasta que llegamos a Sardón y desaparece en el valle del Duero. Hemos rodado muy bien por aquí…
Y aguas
Ahora vamos fresquitos y bien protegidos del sol por el bosque de galería que ha producido el mismo Canal y que a veces se mezcla con el de la ribera izquierda del Duero, pues rodamos por una colina entre dos aguas, la del río y la del Canal.
En fin, ha sido un trayecto que ya conocíamos muy bien los autores de estas páginas, por haberlo hecho parcialmente en otros momentos. Pero como tiene un poco de todo y es especialmente atractivo pues… ¡no importa hacerlo las veces que haga falta!
