(Viene de la entrada anterior)
…y aguas estancadas
Hay fuentes y arroyos, sí. Pero lo peculiar de toda esta zona es la abundancia de charcas y lagunas de todos los tipos y tamaños: redondas, como la de la Portilla o la del Redundal; increíblemente alargadas, como la de la Cárcava en Quintanilla del Monte; junto a localidades, como las de Cabreros, Quintanilla, Villalpando…
Un conjunto lagunar destacó entre todos: las lagunas de Viñas Viejas. Además de extensas y con abundante agua, tienen un aire romántico por su cercanía al Paredón de Amaldos.
A lo largo de todo el recorrido observamos también cómo estos campos, hasta hace no demasiados años estuvieron salpicados de lagunas por todas partes: las abundantes calvas –algunas con barro todavía- en los sembrados así lo certifican.
Castilla es una ruina
No estábamos en el desierto, ni en uno de los polos con sus inmensidades blancas, lugares ambos propicios a los espejismos. Rodábamos por una primaveral Castilla. Pues bien, ante nuestros ojos surgió un enorme paredón que se sostenía, desafiando la ley de la gravedad, en equilibrio inestable. Resultó ser el Paredón de Amaldos, levantado en un hermoso lugar, junto a las lagunas de Viñas Viejas. Aquí se existió una localidad que se despobló a comienzos del siglo XVII y lo que queda son restos de la iglesia dedicada al Salvador.
También nos detuvimos en algunas de las abundantes ruinas de Cabreros: molinos de viento, lagares al descubierto, restos de la antigua iglesia de San Pelayo… Desgraciadamente, en Quintanilla se ha echado a perder la iglesia románica: aun vemos el arco apuntado de la entrada y un hermoso arbotante. Para compensar, en la misma Quintanilla contemplamos un hermoso chozo bien conservado, y en Santa Eufemia están fomentando las construcciones de barro. Desde luego, tienen una serie de ventajas frente a las modernas que las hacen muy interesantes.
Y otras peculiaridades
¿Una carretera, perfectamente asfaltada y señalizada que no lleva a ninguna parte y de repente se acaba ? Pues sí, la hemos sufrido en nuestra Tierra de Campos. No podía estar en otro lugar. Casualmente se acaba al entrar desde una provincia a otra.
¿Una chimenea-torre que ya no echa humo pero ahí sigue, enhiesta y orgullosa cual ciprés de Silos? En Villamuriel de Campos.
¿Un pueblo famoso por sus almendras garrapiñadas que no posee prácticamente almendros? Villafrechós. (Tiene, eso sí, abundantes mesones donde los ciclistas cansados podemos rehacernos)
¿Un lugar privilegiado para una verdadera casa rural? El Caserío de Zalengas. Falta convertirlo en alojamiento rural, claro.
¿Una zanja que tiene más nombres que el Nilo? ¡Nuestro humilde Navajos!
Ya se ve que da para bastante un paseo por los dominios del bajo Ahogaborricos, en Tierra de Campos. No fueron mas que 72 km. de nada.
