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Channel: Valladolid, rutas y paisajes
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Cueva de Valdelabuz

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Hace aproximadamente ocho años hicimos un recorrido por vallejos y páramos entre Rábano y Sacramenia con la idea de visitar el enebro de Pingaperros. Ya de vuelta, intentamos dar con la cueva de Valdelabuz pero no lo conseguimos, se nos escamoteó. Esta vez, por el contrario, dimos un paseo caminando por la misma zona con la idea de encontrarla y -al fin- dimos con ella.

Por esta ladera ascendimos hasta dar con la cueva

Y dimos con ella, en primer lugar, porque un lector de este blog –Pedro G.- nos la situó. Salimos de Laguna de Contreras y justo donde señalaban las coordenadas de referencia, allí estaba. Bien es verdad que esta vez fuimos ascendiendo desde el vallejo; la otra vez, desde el cerral y, claro, la visera de la cueva nos impedía verla. Ahora todo ha sido más fácil.  La cueva se abre hacia el sureste, en la zona más alta el vallejo, justo en el límite entre Rábano y Laguna de Contreras, más bien en ésta última. Hay que agacharse para entrar y en la mayor parte de la cueva no puedes ponerte de pie. Ya en el páramo encontramos una sima a pocos metros, pero en realidad antes esa sima era parte de la cueva y se derrumbó, según nos había informado igualmente Pedro. También nos dijo que el agujero hacía de tiro cuando los pastores prendían fuego para calentarse, que antes no había que agacharse para entrar.

Panorama desde la boca

La verdad es que su boca es un mirador precioso sobre el vallejo Valdelabuz y el valle del río Duratón. El mismo páramo, en esta zona, mantiene una franja sin cultivar en la que crecen austeras plantas aromáticas…

Pero no nos quedamos ahí. Bajamos al barranco de Colmenares, salpicado de corrales, chopos, almendros, bacillares y sembrados, y monte en las laderas, para saltar un collado y caer al arroyo de Fuente Endrino, en el que la franja de cereal se hace roja con las amapolas. Parece que las últimas lluvias contribuirán a que los agricultores recojan algo de grano.

El agujero

Otra subida al páramo y bajada a Aldeasoña, con parada reparadora junto a un antiguo lavadero del arroyo Pelayos. Allí nos habían preparado hasta una mesa redonda con tres bancos, tal que la Mesa de los Tres Reyes en los Pirineos: a veces en las excursiones todas las cosas van bien. Otras no tanto.

Y después de admirar los –para nosotros- misteriosos leones y otras figuras esculpidas en los capiteles de la portada de la iglesia de Santa María Magdalena, pusimos rumbo a Laguna, pasando junto a las ruinas del molino de Valdildo, en el arroyo de la Hoz. El camino, en un momento determinado, se esfumó. Pero de nada le sirvió, pues sólo quedaba un kilómetro para llegar a nuestro destino, donde pudimos contemplar tranquilamente los exteriores de la iglesia de la Asunción y del arruinado palacio de los Contreras. Pero no subimos a la ermita de San Pedro, perteneciente a un despoblado. Así dejamos algo para otra ocasión… 

Aquí, el recorrido.


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