Y febrero sigue como empezó. Después de 20 días, se mantiene el anticiclón de las Azores, su sol y sus heladas. Y su ausencia de lluvia. Claro que podía ser peor, pues hemos conocido otros inviernos en los que Valladolid no veía el sol debido a las densas nieblas que en el valle del Duero provocaba el anticiclón; al menos esta vez disfrutamos de sol gracias al viento, aunque lo siento por los agricultores.

Pero bueno, si llueve en un par de semanas todavía se salva la cosecha, pues la escarcha y el rocío han mantenido húmedo el suelo y la primera capa de tierra, a juzgar por la abundante hierba verde… De todas formas, así es Castilla, pues lleva siglos con este clima en el que en invierno y primavera puede llover o no llover. Forma parte de su esencia y de su austeridad.

Por eso, se puede salir a pasear sin miedo a la lluvia o a la niebla. Sobre todo por la tarde, el sol ha elevado la temperatura y su luz saca todos los colores al paisaje. Hay que aprovecharlo. Los páramos aparecen limpios y luminosos, y nos podemos refugiar en los pinares y riberas para sufrir un viento suavizado. Las cubiertas de nuestras bicis no se pegan terreno y se pedalea con menos esfuerzo.

A primeros de febrero comenzaron a florecer los almendros de los valles y en eso estamos. Los de parameras y campos tardarán un poco más. También ellos nos hacen los paseos más agradables. Igualmente tenemos en baldíos y cunetas otras flores amarillas que alegran matas y herbazales. Poco a poco, a su tiempo, irán llegando las demás.

Avanza el invierno hacia la primavera, pasa febrero y nosotros con él. Pero mejor que llueva pronto.