El Cerrato es una comarca muy amplia, difícil de conocer al dedillo, pues la componen un montón de cerros, colinas, cabezos, mogotes, páramos, vaguadas, valles y vallejos, y es difícil, por no decir imposible, haber recorrido todos los recovecos que esos variados accidentes forman a lo largo de más de 1.500 kilómetros cuadrados. Te puedes pasar la vida haciendo una excursión semanal por el Cerrato y todavía te quedarán lugares por descubrir.
Buena prueba de ello es la excursión que realizamos hace unos días por el monte de Tariego, que se asienta al sur de esta localidad cubriendo las estribaciones de un irregular páramo al ser cortado en otros tiempos por el poderoso Pisuerga y diversos arroyos de menor entidad, hoy secos.

En el monte hemos visto un poco de todo. En primer lugar, encinas y, sobre todo, robles. Ciertamente, la mayoría se encuentran en estado de mata, si bien hay algunos de mediano porte. Las numerosas laderas que descienden del páramo y de algunos cabezos se encuentran cubiertas de estas matas de roble. Las pequeñas extensiones de páramo horizontal son aprovechadas para sembrados, si bien aún quedan algunos quejigos y encinas solitarios, e incluso pequeñas manchas de monte. También hemos visto algunas canteras de piedra caliza y minas de yeso. Por supuesto, todas abandonadas.

Cruzan el monte un viejo ramal de la cañada real leonesa y dos o tres caminos de servicio a las tierras de labor que acaban conectando Tariego con Cevico de la Torre y su arroyo. Los ciclistas cuentan con una red de senderos que bordean cerrales y pasan por muchos de los mogotes con que cuenta nuestro monte.

No hay duda de que en otros tiempos fue muy aprovechado por los pastores, pues hemos encontrado varios chozos y corralizas, además de las veredas y coladas que todavía se adivinan. Por cierto, como salimos desde Dueñas para llegar a este monte, nos encontramos con un chozo de pastor –el de Merino- justo al lado de la vía del AVE. ¡Curioso contraste!

Otra peculiaridad del monte son las buenas vistas que nos ofrece. Y no sólo de los valles del Pisuerga, del Carrión –Palencia al fondo- y del arroyo de Cevico. También puede verse la cordillera Cantábrica, distinguiéndose Curavacas y Espigüete, la sierra de Guadarrama, y los picos de Urbión. ¡Ahí es nada! O sea, no es que se tenga la sensación de estar en el corazón de Castilla, es que se está. Claro que hemos tenido mucha suerte: las tres cordilleras estaban vestidas de blanco y el día no podía ser más claro… Pero esto sólo lo he visto en el monte de Tariego.

En el trayecto de acercamiento, además del chozo citado, pudimos contemplar algunas hileras de almendro que rodean el monte y, a la vuelta, los curiosos sotillos, que desvían la línea del AVE hacia la ribera derecha del Pisuerga y Venta de Baños.
Este fue el trayecto seguido.