Antaño los pueblos estaban comunicados por cañadas y caminos. Las unas para el ganado, los otros para las personas. Normalmente el camino -también la cañada, pero menos- se dirigía en línea recta -y más en la meseta castellana- de un punto a otro. Hoy las cosas ya no son así: los ganados viajan en camión y las personas en coche, pero por la carretera que no siempre elige el camino más recto, dado que los firmes y pavimentaciones son costosos; más que un camino y mucho más que una cañada que no necesita especial infraestructura de soporte.
Así las cosas, hemos rodado esta vez por el camino o colada de Mucientes a Valoria del Alcor. En unos mapas aparece como camino, en otros como colada. Tal vez fue las dos cosas. Y en otros va de Valladolid a Valoria; en otros, de Mucientes a Villerías. Sea como fuere, lo cierto es que es un trayecto excelente para hacerlo en bici… si no estuviera cortado a la mitad.
Salimos de Mucientes por las bodegas. Toboganes adornados de viñedos nos acompañan. Flores en las cunetas, todavía verdes. El cereal está cruzando la línea entre el verde y el amarillo, pero su tonalidad es todavía agradable -tierna- y primaveral. Junto al arroyo de San Antón, un manantial y árboles que dan una tímida sombra.
¡Sorpresa!: sobre una mota marcada con 809 m en el mapa, se ve un banco. La tentación vence y subimos a sentarnos y contemplar el panorama. Por esta vez, ha merecido la pena el esfuerzo de subir. Hermoso paisaje de campos, viñedos, caminos, páramos…
Avanzamos hasta que desaparece el camino. Curioso. La vía pecuaria viene señalada por una pequeña vaguada en la que crecen robles, encinas y variado matorral. Difícil, que no imposible, rodar por aquí. No obstante, dos generosas roderas nos animan a seguirlas y nos facilitan el avance, ya cuesta arriba. ¡Precioso y olvidado paraje: cereal, linderos, árboles centenarios…! Y, hasta el momento, todo verde en las proximidades del páramo.
Al fin, nos introducimos en el monte. Las encinas y quejigos son todavía enormes cerca de las lindes. Ya dentro, los robles son más bien pequeños. Es curioso: la cañada continúa señalada por una especie de pequeña vaguada o, más bien, surco. Además, ahora, sigue por un sendero en el que te puedes dar de narices con otro ciclista. No está tan perdido este trayecto en su tramo montaraz. Rozamos las ramas de los árboles, y rodamos por un túnel vegetal. A pesar de todo no hay rastro de jabalíes; sí de conejos. No deja de asombrar este viejo paisaje que quiere seguir presente en el siglo XXI: una cañada de ganados que atraviesa la espesura, un viejo monte de robles -antaño nido de bandidos-, plantas aromáticas -estamos en primavera-, el páramo y el cielo. Y poco más; tal vez algún zorro o algún corzo nos ha estado siguiendo sin que nosotros lo veamos. ¿Seguirá así por mucho tiempo? ¿Caeremos en la cuenta de la belleza gratuita que tenemos a un paso de Valladolid o seguiremos hablando en plan teórico y lejano de la crisis climática como quien habla de política o economía…? Pero bueno, procuraré no irme por las ramas, o por las hijuelas y descansaderos de la vereda.
Dejamos Valladolid para entrar en Palencia y al fin la cañada va desapareciendo hasta perderse. (Y conste que a nadie le importa, si nunca nadie ha venido por aquí). Además, el trazado antiguo se mete en una finca vallada, de manera que seguimos rodando hasta el Esquileo de Arriba que, por cierto, cuenta con precioso y ya inútil pozo. Después, cruzamos la carretera para seguir por el monte de Valoria hasta el pozo del Perro, que aun se usa para abrevar el ganado; de hecho hay una tenada muy cerca. Sobrevolando el abrevadero, una nube de pequeñas mariposas azules.
Finalmente, cruzamos hacia la Dehesilla y volvemos a Mucientes por el monte de Ampudia con sus molinos, pasando junto al pozo Barrigón hasta enlazar de nuevo con la colada de Valoria. ¡Se agradece la cuesta abajo! Aquí dejo el trayecto.