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El valle de Barruelo y la torre de Torrecilla

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A los pies de Barruelo se extiende un valle, irregular en su forma, en el que nacen diversos arroyos que vierten al río Hornija. Se trata de una valle ancho, con numerosas colinas, pequeñas motas y continuas ondulaciones del terreno. Su tierra es fértil para el cultivo del cereal y de plantas forrajeras. Normalmente, la vista acaba convergiendo en un punto: el castillo de Torrelobatón, que se levanta, no en lo alto, sino, curiosamente, en lo más profundo del valle. Además del cerral que adorna el paisaje a modo de festón, grandes y dispersos chopos alegran el panorama.

Pero en el término de Barruelo se forman también otros vallejos que forman el Daruela, tributario del río Bajoz, lo cual hace más variada la comarca. Y un páramo estrecho con extensas laderas separa las cuencas de Hornija y Bajoz. Todo este conjunto podemos verlo a estas alturas de la primavera como un mar o lago donde aguas y olas lucen un llamativo verde brillante bajo los rayos del sol.

Torrecilla al fondo

La primera parada en este valle se produjo precisamente en Torrecilla de la Torre. Cualquiera diría a primera vista que ni torrecilla ni torre. Pero la toponimia nunca engaña. Una amable vecina me abrió la puerta de la iglesia del Salvador. ¡Sorpresa!: un amplio espacio dominado por arcos fajones de medio punto -que separan las naves- y otros apuntados que soportan las bóvedas y sus naves. Estos últimos indican el estilo gótico de la iglesia, que cuenta, entre otros tesoros, con dos espléndidos crucifijos. Hace muy poco se ha descubierto una pintura mural que recoge a san Blas y a san Sebastián, atravesado éste por mil saetas.

Reloj de esquina

Las naves de la iglesia se acaban de repente, como si la pared de los pies no formara parte del resto. Efectivamente, ese muro es mucho más ancho de lo normal, con unas aspilleras impropias de una iglesia. Eso, por tanto, bien pudo formar parte de una torre. Además, al exterior del muro vemos unos matacanes al terminar la supuesta torre y comenzar la espadaña. Y un reloj de sol haciendo chaflán. Ya está explicada la torrecilla. La torre seguramente se sustituyó -por decreto, orden o resolución- al cambiarse el apellido de la localidad cuando en España se puso apellido diferente a las localidades de igual nombre. Y en nuestra provincia ya teníamos otra Torrecilla del Valle (del Zapardiel).

Pilón de la fuente de Abajo

Pero las joyas de Torrecilla no se acaban tan pronto. Hay que acercarse a ver sus fuentes. La de Abajo, cerca de la iglesia y con un abrevadero separado, apoyado en una tapia de piedras ha sido recubierta de hormigón tal vez a mitad del pasado siglo. Pero se ve que pertenece al tipo de las fuentes romanas si nos asomamos a ver el arca por dentro. Parece que en el pueblo tienen la idea de restaurarla, aunque aun no se ha formalizado el proyecto y correspondiente presupuesto.

Fuente de Arriba

Y la de Arriba, en el extremo norte de la localidad, junto al arroyo. Es una maravilla, romana igualmente, más pequeña y recoleta. Nadie la ha tocado todavía. Y ahí está, para que todos la podamos admirar. En esta sólo se trata de adecentar el paraje, eliminar maleza y algún escombro, para que pueda contemplarse en su genuina belleza. No lejos, junto al camino de la Espina vemos los restos -piedra y barro- del Humilladero del Cristo de la Piedad; queda algo de las paredes y la portada, en cuya piedra clave hay esculpido un cordón.

Después de este atracón de arte y cultura tradicional, tocaba salir al paisaje natural. Un buen camino es el que sube al páramo dominando el valle del Hornija, con el castillo de Torrelobatón al sur y el valle del arroyo del Val al norte. Va ascendiendo por laderas hasta que se planta en la planicie, donde todavía queda algún resto de monte, si bien casi todo son campos de cereal. Ya arriba se bordea el monte de San Lorenzo, lleno de molinos eléctricos, y por el camino de la Granja hasta que volvemos a tomar la dirección contraria a la que veníamos, pero esta vez metidos en el vallejo del Val, uno de tantos que se forma en Torozos. Al final, nos vemos de nuevo en la fuente de Arriba para tomar el camino que nos llevará, ascendiendo, hasta Barruelo, localidad que cruzamos sin más para llanear por el camino del los Bueyes que nos acerca a la cabecera del arroyo Villarejo, perfectamente señalada por grandes chopos. Este arroyo tiene al menos una gota de agua, y un pozo del que parece que todavía se sirven los rebaños a pesar de tener destrozado el abrevadero.

Inicio del vallejo del Val

Dejamos de llanear para descender por el camino que nos llevará a Adalia. Varias casetas denotan lo que antes eran fuentes y hoy son captaciones de agua potable. Adalia tiene historia: relacionada tal vez con una de las campañas de Almanzor, su iglesia fue románica. De ella sólo queda la portada. Después de rodar por la carretera de Barruelo, tomamos el camino de la ermita, y llegamos a sus ruinas, junto a una espesa chopera. Seguramente estuvo aquí la Virgen de las Viñas, antes de que la acercaran al pueblo. Un poco más y nos topamos con una hilera de corpulentos y solitarios chopos. Al poco, estamos de nuevo en un trozo de páramo, de esos que convierten este paisaje en uno de los valles más irregulares -y bellos- de los Torozos, y de la provincia.

Chopos cerca de la ermita arruinada

Tomamos una cañada, pasamos por Los Llanos, desde donde se nos ofrece de nuevo la típica vista del castillo pero también de la ermita de Villaudor -delante de los molinillos- y ya todo será bajar por grandes cuestas y pequeños toboganes hasta el Hornija, en Torrelobatón. Entramos por donde hemos salido -la carretera de Adalia- y una cruz de piedra emerge, inclinada, entre campos de cebada. Se trata de los restos de un antiguo viacrucis. ¡Demasiados restos en estos pueblos nuestros!

Antes de terminar reseñaremos que en las proximidades de Torrecilla pudimos contemplar una docena de buitres tranquilamente posados muy cerca del camino por el que rodábamos y, en el páramo, avistar al menos tres alcaravanes, ave a la que no le gusta dejarse ver.

Villaudor al fondo

Dejo aquí el caótico recorrido que hice. Para esta entrada, valdría cualquiera pasando por Torrecilla.


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