La excursión del último sábado discurrió por los términos de Villamuriel, Aguilar, Ceinos, Villalán y Bolaños, todos ellos en Tierra de Campos. El día fue a ratos soleado a ratos con el sol oculto tras una nube de gasa. Para estar en enero, ciertamente hacía muy agradable, si bien los ciclistas notamos en determinados momentos un viento fuerte, sobre todo si lo teníamos de cara.
La sorpresa agradable del día fue el descubrimiento del teso del Rey. Se encuentra en medio de las localidades citadas arriba, forma parte de la divisoria entre el arroyo Ahogaborricos o Bustillo y el río Valderaduey y seguramente también formó parte de la frontera entre León y Castilla, cuando Bolaños pertenecía al primer reino y Aguilar al segundo. Como estamos en una zona de cotarras, colinas, tesos, alcores y cuestas, no llama demasiado la atención cuando vemos su peculiar perfil desde Villamuriel o Aguilar. Pero ya es otra cosa cuando uno se encarama a él, pues desde su cima se descubre una Tierra de Campos distinta. Si teníamos la idea de que esta comarca es más o menos llana, ¿cómo es posible que la veamos ahora a vista de pájaro sin necesidad de alas? Para encontrar una altitud similar hemos de ir hasta el páramo de los Torozos, al sur, o a las proximidades de Villacarralón, muy al norte.
La superficie del teso es llana, algo que tampoco es muy normal en la comarca, donde abundan los cerros cónicos o, todo lo más, alomados. De hecho, éste tiene como continuación hacia el norte una loma. Por tanto, en épocas muy lejanas perteneció a algún paramillo. Arriba, lo vemos lleno de piedra entre calizas y areniscas, de tamaño más bien pequeño; en la varga deja ver una veta de esto tipo de roca, que parece cuartearse y erosionarse al salir a la superficie. Ahora lo han cubierto de pimpollos que mañana serán pinos. En el medio, un vértice geodésico.
¿Momento ideal para acercarse al teso? Sin duda, estos días de invierno son muy adecuados: el sol, como no está en lo más alto, saca el perfil, volumen y color a los cerros, valles, senderos, campos y, en general, al inmenso territorio que el teso nos ofrece. El cielo no debe estar cubierto y lo mejor es que abunde en nubes y claros. Ahora los campos se encontraban, si no repletos de color, sí con variadísimas tonalidades entre el verde del cereal –la mayoría- y el marrón del barbecho o del cereal recién nacido.
Ya hemos citado los muchos pueblos terracampinos que se ven desde el teso. Pero hay más todavía: en el valle del Valderaduey se divisan Villavicencio y Becilla, hacia el norte, Urones, e incluso se adivinan las torres de Mayorga, Villalba y Cabezón, con la cordillera nevada al fondo. Ceinos también se ve muy bien. Detrás de Aguilar distinguimos Gordaliza y Villacid, y el inicio del páramo de los Torozos y adivinamos, por tanto, la situación de Palencia. Más al oeste, los molinos de Ampudia. Delante de Villamuriel, la alameda de las Rozas y los restos de este caserío; detrás se distinguen los restos de la iglesia de Villaesper y Morales. En fin, todo esto para hacernos una pequeña idea de lo que supone este observatorio, que abarca los 360 grados del territorio y tiene una altitud inusual para esta tierra sin accidentes elevados. Porque si bien es cierto que algunos miradores –Urueña, Autilla del Pino- son más elevados que éste, paisajes disponen de un campo visual más reducido, de unos 180 grados.
Por lo demás, cada uno verá detalles distintos, pues el paisaje cambia según el día y la hora e incluso según los ojos que lo contemplan. Y si pudiéramos subir todas las semanas, y hasta todos los días, no nos cansaríamos de mirar un panorama tan profundo, siempre diferente aunque permanezca igual.
Así es, también, Tierra de Campos.
Dejamos para la próxima entrada más tesos, fuentes romanas, molinos alamedas, rollos jurisdiccionales y caminos variados. Aquí va el recorrido.