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Channel: Valladolid, rutas y paisajes
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Valdecampaña, entre el Duero y el Jaramiel

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Un lugar que nunca defrauda en los días otoñales previos a noviembre es Peñalba, con sus cortados, su ribera y su arbolado. Y así ha sido este año también. Como en otras ocasiones, hemos partido de Villabáñez y, tras el collado de Peñalba, se abrió ante nosotros el amplio valle del Duero –con las Mamblas al oeste- y el sendero siguió en bajada hasta los cortados. La ribera parecía arder con las hojas amarillo rojizas, y los cortados recordaban la sección de inmensas tartas de crema. El cielo acompañaba con un azul intenso. Abajo, las aguas del Duero descendían lentas, retenidas por la pesquera de las Aceñas.

Cortados de Peñalba

Cortados de Peñalba

El Pañalba iniciamos la subida al páramo. Una subida de las más suaves de la comarca, con un desnivel que se supera gracias a un camino de unos 6 km, casi sin enterarte. Nos paramos en las ruinas de la casa de San Isidro a reparar –gajes del oficio- un pinchazo. Después, a campo traviesa recorrimos los últimos metros para asomarnos sobre Sardoncillo y todo el valle desde el dominador pico Melero. De nuevo, la hilera amarillenta del río, los rojizos majuelos de la Abadía de Retuerta, el Canal, laderas de monte bajo, pinares, robledales… Todo un espectáculo con las tonalidades propias del otoño. Nunca el paisaje es el mismo aunque creas que lo conoces de cabo a rabo. Y por fin terminó ese dominante amarillo del verano, que ha durado hasta bien entrado octubre y que aparecía, velis nolis, en todas las fotos. Ahora todo vuelve al color que le corresponde…

Valle del Duero

Valle del Duero

Después de llanear por el páramo a la vista del vértice de Los Altillos se nos presenta a lo lejos un muro; cuando nos acercamos vemos que está realizado en mampostería con piedras de diferentes formas entre las que predominan las aplanadas o lajas, y se encuentra peligrosamente inclinado hacia el exterior. No parece que vaya a aguantar mucho tiempo más. Perteneció a una casa de labranza –vemos las ruinas- que, desde el término de Villavaquerín, se asoma al Duero por Valdesardón.

El muro

El muro

El camino nos lleva a Valdelosfrailes por la Trinchera. Descubrimos unas viejas corralizas con su chozo y llegamos a la cañada que sube desde el Duero hacia el páramo atravesando unos paisajes de inusitada dureza para nuestras piernas –incluso termina subiendo por una pared casi vertical- pero, a la vez, de belleza inesperada para nosotros. Efectivamente, montes de roble y encina se alternan con esplendorosos majuelos, espectaculares vistas al valle, hileras de robles y almendros que limitan campos de labor, terrenos ondulados, picos y cantiles blancos por el yeso… En fin, nosotros después de andar un buen trayecto con la bici de la mano también acabamos, bien cansados, en el páramo.

Majuelo

Majuelo

Estamos en el paraje donde debemos dar la vuelta. Después de pasar junto a las ruinas de unas cuadras, contemplamos el ahora enrasado páramo de Valdecampaña, en Olivares. Aquí se han encontrado instrumentos de piedra elaborados por nuestros antepasados –mejor, por los antepasados del hombre de Neandertal- hace la friolera de 300.000 años aproximadamente. Por lo demás, es un páramo precioso, salpicado por hileras de robles que acompañan caminos y cañadas. De hecho, volvimos por una de éstas que nos condujo luego por un mohedal hasta asomarnos, esta vez, al valle del Jaramiel, con Castrillo Tejeriego al fondo y la Sinova a nuestros pies.

Después nos hicimos demasiados kilómetros a campo traviesa. Aun así, el día estaba delicioso y compensó. Nos asomamos desde otro pico Melero al valle del Jaramiel hasta que, al fin, tomamos el camino del barco de Valdeguinte que, tras casi 4 km de bajada, nos dejó en Villavaquerín de Cerrato. Repostamos en la fuente, justo en la plaza donde se alza un simpático edificio que es el Ayuntamiento. También visitamos el antiguo lavadero, junto a la chopera del arroyo.

La Sinova

La Sinova

El final de la excursión fue un agradable paseo siguiendo el camino –de excelente firme- de la orilla derecha del Jaramiel. Los chopos estaban amarillos y un rebaño de ovejas era cuidado sólo por un mastín. En Villabáñez visitamos la fuente Vieja. Luego, comentamos las incidencias de la excursión tomando una cerveza trigueña de Alberto. Resumen: excelente día, agradable trayecto y sabrosa cerveza. Creo que no le quedan muchas jornadas como ésta a nuestro otoño.

Aquí tienes el trayecto.

Efectos de la otoñada

Efectos de la otoñada

 



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