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Sierra de las Mamblas y tierras de Lara (1)

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¿Sabe igual una lata de sardinas tomada en la cocina de tu casa que aquella que has tomado al sol  un día de invierno apoyado en un muro visigodo y contemplando, al a vez, las ruinas del castillo en el que nació Fernán González,  ante una alfombra de sabinas?

Pues no. El sabor es totalmente diferente. Y, el que no lo crea, que haga la prueba. No sabría expresarlo, pero las sensaciones nada tienen que ver; diría que las sardinas poseen una vibración histórico-artística tan profunda como el Pórtico de la Gloria. Por decir algo que tal vez lo pudiera explicar.

 Ermita de la Virgen de las Mamblas, bajo las Peñas Amarillas

Bien. Pues lo dicho ocurrió un día, a una hora, en un lugar de Lara en el que se encuentra precisamente la ermita de la Virgen de las Viñas.

Salimos de Covarrubias con la intención de atravesar la sierra de las Mamblas, parando, en primer lugar, precisamente en la ermita de la Virgen de las Mamblas, que se apoya en la mambla de las Peñas Amarillas. Todo fue un continuo ascender entre enebros y sabinas  por senderos estrechos y empinados. Pero el paisaje del monte y de las mamblas te hacía olvidar el esfuerzo. Después, sin dejar los estrechos senderos, llegamos a un puertecillo entre Cogollos y el Castillejo, lugar perfecto para contemplar las tierras de Lara.

Cerca del alto de Cogollos

Y de allí, caímos al despoblado de Mazariegos que conserva ruinas de casas, corrales e incluso de una iglesia cubierta de zarzas. Pero antes no fue así, pues su existencia ya aparece documentada nada menos que en el año 923, cuando la condesa Muniadona se refería en un documento de donación a in Mammulas villa de Mazarefos.

Ruinas de la iglesia de Mazariegos

Pero la historia de estas tierras viene mucho más allá de la época visigoda y de los balbuceos de Castilla. A la bajada del puerto, en pleno valle, nos encontramos nada menos que con un dolmen o enterramiento prehistórico -5.000 años nos contemplan, en este caso- denominado de Mazariegos, o de Cubillejo, o de Dominustecum. Se trata de un monumento megalítico de corredor, del tipo de los Zumacales que tenemos en Simancas. El lugar elegido es inmejorable, en la orilla de un arroyo y en medio de un inmenso valle desde el que se visualizan diversas alturas. En una de las piedras pudimos contemplar grabados esquemáticos de animales.  Curiosamente, por aquí mismo pasa la cañada burgalesa que, viniendo de la cercana sierra de la Demanda, entra en Valladolid por la pradera del Carmen.

Dolmen de Cubillejo. Al fondo, la Peña.

Avanzamos hacia el este teniendo por compañero al arroyo de la Teja y pasamos por una zona en la que se señalan próximas huellas de dinosaurio que nosotros no distinguimos. Pero nos sentimos seguros bajo la protección de la pared de la Peñalara, o simplemente la Peña, allá en lo alto, cada vez más cercana y con grandes bocas de grutas. Y al poco estamos en Quintanilla de las Viñas, donde visitamos la iglesia de los santos Justo y Pastor y la plaza del Ayuntamiento. Pudimos contemplar una piedra en el muro de la iglesia seguramente de procedencia romana o visigoda. Además, cuenta con un cementerio muy abierto y luminoso.

A un paso encontramos la ermita de Nuestra Señora de las Viñas. Sola en el inmenso valle. Sin ser ya lo que antaño fue, pero manteniendo el espíritu, su nobleza, sus aires; sus señas de identidad en definitiva. Alguien la despojó de buena parte de lo que, pero mantiene el resto. Ahora se reduce a un pequeño espacio, pero ha dejado al descubierto las huellas de su primitivo esplendor. Sus muros son de sillería y en ellos pueden verse llamativos frisos con bajorrelieves con distintas representaciones, pero entre los que sobresalen sin duda los racimos de uva. ¡Lástima que estuviera cerrada!

Muro central del ábside de Santa María de las Viñas

¿Habría viñas en las proximidades? Pues ahora no las hay. Bien pudiera ser que sí, por el nombre y por las representaciones, y por la posible época caliente de nuestra edad media. Aunque pudiera ser también que se eligieran los racimos como meros elementos decorativos. En cualquier caso, es una maravilla visigótica admirable, y prácticamente única.

Racimo y planta

Protegidos por la Peñalara y a la vista del castillo de Lara, dejamos pasar el tiempo para continuar un poco más tarde. Nosotros continuaremos en la próxima entrada pero el recorrido completo puede verse aquí.


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