
En la España mediterránea son muy abundantes los almendros, pues desde hace siglos se ha cultivado este árbol que anuncia la primavera en pleno invierno. Aquí, en Valladolid –y en nuestra región, salvo en los Arribes- su cultivo ha sido mínimo, más bien era un árbol que en hileras daba encanto a los caminos, delimitaba majuelos y otros cultivos reforzando y dando vistosidad a linderos; también se desperdigaba por laderas y terrenos incultos: Pero no los hemos visto cultivados expresamente para recolectar almendrucos. De hecho, buena parte de su fruto era almendra amarga: ¡cuántas veces hemos ido a partir almendras que de inmediato las hemos tenido que escupir!

Hoy las cosas están cambiando un poco y se va retomando en Castilla el cultivo de este árbol, así como el de nogales y olivos. Tal vez el calentamiento global, que aleja un poco el peligro de heladas, haya contribuido a esto. En Valladolid contaremos con unas mil hectáreas de almendros cuando hace treinta años no llegábamos a cien. Pero aun así es muy poco. ¡Ah!, los nuevos almendros cultivados de manera extensiva son de una variedad de florecimiento tardío, para huir así de las heladas.

En cualquier caso, da gusto salir en estas fechas –febrero y marzo- por nuestros campos para asistir a una verdadera explosión de espuma blanca –almendros de nata, pétalos de nieve, propósito de ángel, que escriben los poetas- en nuestros almendros que, aunque son pocos, se los ve por todas partes. Y es que, cuando uno, por ejemplo, pasa por Simancas los contempla en todos los lugares: riberas, cuestas, caminos, lindes… como si no hubiera otro árbol. Sin embargo, pasada la floración, su figura desaparece.

En Valladolid ocupan las laderas de Parquesol, las riberas del Pisuerga –sobre todo la derecha- las cuestas de la Maruquesa, las Contiendas, El Berrocal, los lugares donde hubo riberas, las acequias, puntos del páramo de San Isidro, las primeras Arcas Reales… El almendro se resiste a morir, pues quiere renacer donde fue arrancado y brota en cualquier perdido gracias a la dispersión de sus semillas por grajos y cuervos.

Curiosamente, cuando murió Santa Teresa en pleno mes de octubre, un almendro del convento que nunca había dado flor ni fruto, floreció: ¿es que tiene corazón el almendro?

Y cuenta con una indestructible esperanza pues, según Jiménez Lozano, lleva obstinado milenio tras milenio en ofrendar su flor, aunque será casi siempre amortecida por el hielo.

Pero acabemos con un soneto de Miguel Hernández, Rosa de almendra:
Propósito de espuma y de ángel eres,
víctima de tu propio terciopelo,
que, sin temor a la impiedad del hielo,
de blanco naces y de verde mueres.
¿A qué pureza eterna te refieres
con tanta obstinación y tanto anhelo?….
¡Ah, sí!: tu flor apunta para el cielo
en donde está la flor de las mujeres.
¡Ay! ¿por qué has boquiabierto tu inocencia
en esta pecadora geografía,
párpado de la nieve, y tan temprano?
Todo tu alrededor es transparencia,
¡ay pura de una vez cordera fría,
que esquilará la helada por su mano!
