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Channel: Valladolid, rutas y paisajes
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Lavajos entre Nava del Rey y Carpio

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Tengo un amigo que diseñó y construyó hace años una bici acuática, que usaba para dar paseos por los embalses de León, donde vivía. Me he acordado especialmente de él en estas últimas excursiones nuestras por tierras de Medina: muchos campos estaban totalmente anegados, y los caminos salpicados de continuos charcos en los que te metías y –y por desconocer la profundidad– no sabía si saldrías seco o bastante mojado…

En fin, que estos días el paisaje se ha transformado tanto –todo verde y mojado, y brillante al sol- que parece que nos movemos por otra provincia distinta a la habitual. Pero no, seguimos en el mismo lugar, que ha cambiado.

Así estaban los campos

La pasada semana salimos desde Nava del Rey por el camino de las Cuestas, donde algunas navas ya habían recuperado su elemento y los campos estaban encharcados. Así, llegamos al solitario lavajo de Malpréndez y más tarde al lavajo Zarcero, situado en un humedal borracho de agua y barro, con multitud de pequeños lagunajos. El humedal nos condujo hasta el lavajo del Caballo que, por el contrario, estaba seco.

Oleaje en la charca Portilleja

De la misma manera encontramos el famoso lavajo de Lavanderas: prácticamente sin agua. Menos mal que, de camino, por la Rambela, en el término de Nueva Villa encontramos un amplio humedal con abundantes charcas y lavajos.

Sin embargo, en Carpio, la humilde –hasta por el nombre- charca la Portilleja, parecía un mar embravecido. Pocas veces se la ha visto tan empoderada, como ahora dicen. Júzguese por la foto. Sin embargo, la charca Baribáñez estaba seca y el lavajo Grande, en la últimas y con abundante basura. Menos mal que nos dio por seguir la calle de la Fuente de Allá y, efectivamente, a un kilómetro de distancia, encontramos una hermosa fuente, ya en pleno campo.

La Sartén

Luego pasamos por el lavajo de Cantarén, del que salió una pareja de patos y, tras rodear los Ataquines, bordeamos el lavajo de la Sartén, de simpático nombre. El lavajo del Hijo estaba, sin embargo seco.

Aspecto del Trabancos

Y llegamos al cauce del río Trabancos, encontrando que no podíamos cruzarlo por el vado del Canchal, debido no tanto al caudal de este río –prácticamente nulo, a pesar de la época lluviosa en la que nos encontramos- sino a que en él se forma una pequeña laguna con el mínimo caudal que aporta el arroyo del prado Tobera. Pero acabamos encontrando un paso y, por la orilla izquierda, acabamos, rodando por barros y tierras, en Castrejón.

Hasta aquí llegó el Trabancos

En esta localidad el cauce del Trabancos estaba encharcado, sin corriente. Pero al cabo de tres kilómetros el agua desaparecía por completo y el lecho parecía un desierto, más que el arenal de un río. Y así permaneció, al menos, hasta que lo dejamos en su cruce con el cordel de Alaejos después de rodar por un sendero y atravesar prados y bosques de álamos tronchados.

Y poco más contamos de esta excursión en la que predominó el cielo nublado y un fortísimo viento. Y con las tierras borrachas de agua. Aquí podéis ver el recorrido, de casi 50 km.


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