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El barco de la Traición

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Estaba disfrutando tranquilamente con la lectura de un verdadero clásico –La región Vaccea, de F. Watemberg, descatalogado e imposible de encontrar si no es en PDF- cuando llegué al párrafo siguiente:

El citado castro sólo posee una muralla frontal que cierra un alto cerro plano. Junto a él hay un barco al que llaman en el lugar Valdecelada y poco antes de llegar a la muralla otro barco grande al que denominan el Barco de la Traición. Los habitantes del lugar indican que hubo allí una batalla en la que jugaron un importante papel unas cabras que llevaban teas o velas encendidas en los cuernos, que por la noche hicieron creer a los de la plaza que llegaba un ejército, mientras por otro lado ascendían los asaltantes. Ello parece una adaptación posterior al verdadero significado, que debe referirse a esta acción de Didio. En las narraciones de este suceso hablan indistintamente de franceses y romanos.

Aspecto de Valdecelada

En ese momento di un brinco en el asiento, pues me hizo recordar esta historia o leyenda que, tal cual, me la contó hace ya muchos años con algunas variantes un cogezano amigo. Las variantes consistían en que, en este caso, no eran ni franceses ni romanos, sino moros. Y que no fue necesario el asalto, pues los moros de la plaza huyeron despavoridos al confundir quinientas cabras con un verdadero ejército.

Al cabo de unas semanas, un caluroso día del reciente verano, dimos un paseo por la zona con el mismo cogezano de antaño. Primero recalamos en Valdecelada, que son unas laderas que caen desde el Montecillo hacia el arroyo de Cogeces y como hubiera un campesino cultivando sus tierras, entablamos conversación.

Parecen un escudo, una lanza y un símbolo vacceos. Al fondo, cerro donde se asentó el castro, desde Valdecelada

-¿Este pago es Valdecelada, no?

-Sí, así se llama.

-¿Y por qué ese nombre?

-Porque aquí tuvieron lugar luchas y celadas entre los íberos y celtas, y en aquel montículo [lo señala], ¿no lo ve diferente?, se han encontrado restos de aquellos tiempos, y de esto hay documentos en el ayuntamiento de Montemayor.

En el barco de la Traición

Después nos fuimos hacia el barco de la Traición, que empieza en el Palancar y en el Rincón,  donde hubo una enorme culebra que tuvo atemorizados a los habitantes de Cogeces, especialmente a los agricultores que trabajaban en toda esta zona que, por cierto, es la más alejada de la localidad.

Finalmente, subimos al páramo por la cañada de Peroleja y tomamos la desviación hacia la Pared del Castro. Pared que, según explicamos, ya no existe, pues molieron sus piedras el siglo pasado para que sirvieran de firme a carreteras y caminos de la comarca. Mi acompañante la conoció y recuerda su altura, de casi cuatro metros y que iba de un cerral al otro.

Restos de la Pared

Es curioso cómo la toponimia responde siempre a la verdad. Todo nombre en el campo tiene su razón de ser y nunca nadie lo puso a humo de pajas. Es, en otro orden de cosas, como las ondas intergalácticas, como el Big Bang, que viene desde el inicio del tiempo y del espacio, a pesar de los mil avatares intermedios. En nuestro caso, a pesar de la despoblación del valle del Duero durante la Reconquista. La toponimia siempre dará pistas de épocas pretéritas, muy lejanas a veces. Si un lugar se llama la Pared es porque antes la hubo, si otro se llama Las Tres Matas, no hay duda de que las hubo en otro tiempo, aunque hoy sólo queden dos y mañana ninguna… En fin cuando uno pasea por el campo, esos nombres de lugar serán con frecuencia algo misterioso a descifrar que dará razón de tiempos arcaicos…

Vista del valle del Valcorba desde el cerro de la Plaza, al fondo el del Duero. La traición se perpretó por el lado contrario, al sur.

Nota.- La acción de Tito Didio -narrada por el historiador Apiano- a la que se refiere Watemberg consistió en anunciar a los notables de la ciudad que les iba a asignar las tierras de los colendanos (¿de Cuéllar?) y que salieran todos con mujeres y niños para el acto de la entrega. Una vez la ciudad sola e indefensa, los separó para contarlos y saber la cantidad de tierra que se debía distribuir, momento en el que soldados apostados y preparados rodearon a los grupos y degollaron a todos. No guarda mucha relación con la leyenda, pero éstas pueden ir cambiando  de generación en generación mucho menos que los imperturbables topónimos.


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