Valdesamar era un manantial, una zona pantanosa en medio de la paramera de Torozos. Tuvo un amplio corral para guardar el ganado por la noche, un pozo con abundante agua y abrevaderos, una pradera, enhiestos chopos que se veían desde muchos kilómetros a la redonda, una fuente… Hoy aun posee algo de todo eso, pero tiene también nuevos caminos que parecen autopistas y unos gigantescos molinos que producen, si hay viento, energía eléctrica.
Pero claro, buena parte de la poesía de Valdesamar ha desaparecido. El progreso, siempre el progreso, que parece incompatible con la belleza de nuestros campos. Menos mal que se ha respetado la Cruz del Pastor –y por tanto su memoria- al construir una de las autopistas. Incluso la han limpiado y sus letras pueden leerse mejor. Mas los chopos están enfermos, algunos se han secado… ¿tendrán la culpa los soberbios molinos?
En el humedal de Valdesamar nace el arroyo de Juncos Gordos y hemos aprovechado para seguirlo hasta su desembocadura en el río Hornija.
Arroyo de los Molinos y batalla de Villalar
Tras pasar junto a los chopos –cada vez más muertos- da vida a la fuente del mismo nombre que el arroyo, hoy en realidad un pozo con una pradera que se ve perfectamente desde la carretera de Tordesillas a Torrelobatón. De inmediato, pasa a llamarse arroyo de los Molinos: deja la paramera y la transforma en un valle amplio y poco profundo, con forma de arco. Aquí da vida a una pradera y a los Prados Nuevos, hasta que llega a Berceruelo, pequeño pueblo protegido en su cauce.
Entre Berceruelo y Bercero el arroyo movió dos molinos, uno de ellos parece que tuvo dos cubos. Después, sale a campo abierto alejándose de las laderas del páramo –con el pico de Fray Gaspar al frente- y se convierte en una zanja prácticamente seca, sucia y obstruida… Pero su último tramo fue testigo nada menos que de la batalla de Villalar, pues el famoso puente de los Fierros sorteaba nuestro arroyo, y no el Hornija, a poco más de 100 metros.
Arenillas
Ya de vuelta, volvimos a acompañar en buena parte del trayecto a nuestro arroyo, o bien seco, o bien con encharcamientos pestilentes. Cerca de Bercero paramos a reconocer el lugar donde antaño se levantó un pueblo, Arenillas, hoy desaparecido. De entrada, el topónimo hace honor a lo que nos encontramos. Además, numerosas piedras y restos de cerámica estaban desperdigados en ese mismo lugar, denotando que estuvo habitado. Peor lo que más nos impresionó fue el curioso brocal del pozo que allí vimos: cuatro cuerpos de piedra caliza, de dos formas diferentes, apoyados sobre las paredes del pozo casi a ras de tierra, que encastran perfectamente y forman un curioso brocal móvil. Debería conservarse, al menos por su originalidad.
Velilla y sus canteras
Después de subir al páramo siguiendo el arroyo Zorita, llegamos a Velilla, donde nos entretuvimos contemplando el paisaje desde la balconada del atrio de la iglesia. Al inicio de la excursión habíamos visitado las canteras abandonadas en la raya de Berceruelo, que comparte con este municipio.
Aquí dejamos el trayecto seguido según Durius Aquae.