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Channel: Valladolid, rutas y paisajes
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Ben vennas, maio, e con alegria

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Después de la molesta salida de abril, mayo ha entrado con buen pie. O con buena temperatura, aire en calma, cielo bastante despejado y caminos firmes, sin barro. Así que le damos la bienvenida con alegría, como hiciera Alfonso X -que era sabio- en sus Cantigas.

Esta vez, partiendo de Torrecilla de la Abadesa vamos a recorrer los Villaesteres, el lomo de del Hornija y el Bajoz, la Requejada, Cubillas y las riberas de Castronuño.

Parte I: de Torrecilla a Villaester de Arriba

Viñedo

El camino hasta Villaester de Arriba es una línea recta -con algunos toboganes suaves al principio- en la que vas contemplando las diferentes tonalidades que ofrece ahora mismo el cereal: desde un verde oscuro –se supone que es trigo- hasta el verde pajizo de algunas cebadas, algunas espigadas. Todo un momento que hay que aprovechar, pues este espectáculo sólo es posible en mayo, y no todos los mayos. Además, parece que ¡al fin! estamos estrenado la primavera, después de las borrascas abrileñas; ¡qué bien se rueda hoy! También divisamos –al sur- algunas manchas de pinares y encinares y –al norte- los cerros, picos y colinas en que los que se rompe el páramo de los Torozos. Y, conforme avanzábamos para entrar en la denominación de Toro, la proporción de viñedo va en aumento.

Echamos en falta en este camino un artístico pozo de planta cuadrangular. A la vuelta nos comentaron que su brocal fue retirado del pozo hace un año y trasladado a Torrecilla, donde lo pudimos ver delante de la ermita. No es lo mismo, claro.

Valle del Bajoz

Villaester de Arriba es ahora una moderna bodega; la de Abajo conserva su aire tradicional con la ermita de siempre y otras construcciones de marcado aire popular. En una de ellas, por ejemplo, contemplamos el arranque de una gloria, sistema de calefacción que ya nadie utiliza.

Parte II: de Villaester de Abajo a La Rinconada

Y de nuevo a rodar. Desde la carretera de Toro, buscamos el lomo que separa los ríos Hornija y Bajoz para rodar por sus caminos. De nuevo el cereal y el viñedo. Bajamos del lomo por las bodegas: merece la pena recorrerlas despacio, pues son muy diferentes a las del resto de la provincia, al menos sus portadas son más grandes y pretenden ser más artísticas. Tal vez se deba a que siguen una tradición más zamorana, tal vez por las características del terreno horadado. O por las dos cosas.

Puente del ferrocarril sobre el Hornija

En San Román, además de aprovisionarnos de agua, visitamos lo que queda –poco- del molino de Arriba y de la estación del ferrocarril. De esta última sólo queda un almacén arruinado. Al menos por estos raíles pasa un tren al día, lo que no es poco dado estos tiempos en los que vuela el AVE.

Ahora, rodamos junto al canal de Toro, que viene del embalse de San José. A un lado, nos miran atentos precisamente los toros y vacas que pacen la extensa pradera de la Requejada. Al otro lado, la inmensa dehesa de Cubillas. Precisamente en la Requejada se descubrió una tumba con restos de tres individuos y utensilios y adornos metálicos de la Edad del Bronce.

La Requejada

Y llegamos a La Rinconada, donde el Duero se arrincona haciendo un giro de 90 grados, pues gira de suroeste y a noroeste. En sus orillas estaba a punto de comenzar un campeonato de pesca. Dejamos a los pescadores con sus aparejos y nos vamos ahora a cruzar la dehesa.

III y última parte: de la Rinconada a Torrecilla de la Abadesa

La dehesa de Cubillas está como pocas veces la vemos. Habitualmente es un áspero arenal con, todo lo más, hierba seca y abundantes abrojos. Hoy estaba con abundante hierba verde –tal que una pradera pero sobre arena- y florecillas de todos los colores, especialmente amarillas, moradas y rojas. Hasta llegar al caserío de Cubillas el camino es malo, la mayor parte de él cuesta arriba y con molestos cantos rodados que las ruedas disparan al pisarlos. Desde las proximidades del caserío hay buenas vistas sobre el Duero, una de ellas tiene por fondo Tordesillas y sus torres. También se contempla bien Bayona y la dehesa de Cartago , en la otra ribera.

Dehesa de Cubillas

Nos acercamos más al Duero para llegar al barco de Diana. De hecho vamos por el borde de un precipicio, que nos muestra la vega del Duero y gracias al cual podemos contemplar un nido de cigüeña desde arriba. Hemos pasado otras veces por aquí, pero lo luminoso del día y el colorido de la campiña muestran un paisaje distinto, con recodos diferentes.

Por el arroyo del barco y entre los majuelos del Barrio del Convento, significativo nombre que se refiere, seguramente, a que fue propiedad de las Claras de Tordesillas, subimos hasta Torreduero. Este caserío, que data al menos del siglo XIII –Sanctae Mariae de Ripa Dorii- perteneció al obispado de Zamora, a la Orden del Temple, a la del Santo Sepulcro, a la de San Juan, al Convento de las Claras… por lo que, sorprende que con historia tan larga, quede algo en pie, cuando los españoles tendemos a tirar lo que han hecho –habitualmente mal, claro- nuestros predecesores. Aunque lo que queda en pie es precisamente el Cubo, un ábside románico mudéjar de la vieja iglesia –dedicada más tarde a la Virgen de los Dolores y luego a la del Rosario- que parece que fue construido, por el grosor de sus muros, a modo de torre fortaleza. De ahí sus nombres: Torre Duero o Ribera del Cubo. Hoy es un caserío privado: al exterior cruzamos un pequeño laberinto de vallas de maderas y prohibidos el paso hasta que nos asomamos a un camino que nos baja a las riberas.

Bajo el fresno está la fuente y -en la foto- el pequeño Javier

En la misma bajada nos refrescamos en una escondida fuente, de esas que a veces aparecen en sueños cuando echas la siesta tras un largo y cansado camino, tal como le ocurriera a Gonzalo de Berceo:

yendo en romería acaecí en un prado
verde , y bien sencido, de flores bien poblado,
lugar apetecible para el hombre cansado.
Daban olor soberbio las flores bien olientes,
refrescaban al par las caras y las mentes;
manaban cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en invierno calientes.

Aun así, no sé qué más llama la atención, si la fuente con su pilón de piedra, cuadrado, o el altísimo fresno de enorme tronco que sube desde sus pies. Desde luego el lugar es uno de esos pocos refugios en los que te olvidas del calor del día y del camino. Desde el pilón vemos, más abajo, la ribera con sus vegas, tamarales y choperas. Todo de un verde joven, brillante. Bueno, no todo, pues luego vimos que los chopos que acompañaban el canal de Tordesillas se están secando ya que la Confederación ha cambiado el sistema de riego y ya no circula el agua por su cauce.

Duero

Abrimos y cerramos varias puertas ganaderas en nuestro camino, acompañados de fresnos hasta que salimos a la carretera de Torrecilla, entre pinares y nogales. Luego cambiamos de nuevo a la sirga del viejo canal y, casi sin darnos cuenta llegamos a nuestro destino entrando por las eras, donde siguen en pie dos viejos chozos de cónico perfil.

A lo largo de todo el trayecto nos hemos hecho unos 62 km; he aquí el recorrido.

Ben vennas, maio, | e con alegria;
poren roguemos | a santa Maria
que a seu fillo | rogue todavia
que el nos guarde | d’ err’ e de folia.
Ben vennas, maio.



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