Continuamos nuestra excursión por estas tierras de arenas, agua, y pinar.
Lagunas y prados
Las lagunas de Cantalejo tal vez sean algo más pequeñas -si bien las hay de todos los tamaños- que las anteriormente descritas, pero son muy numerosas. Según los mapas, tendríamos unas 18 lagunas medianas o grandes, pero contando lo que aquí denominan prados inundables, la cifra se dispararía. De hecho, cruzamos por diferentes lugares cubiertos con una finísima lámina de agua que en ni el mapa ni las indicaciones de los senderos los señalan como lagunas.
Pero demos cuenta de aquellas por las que pasamos.
En primer lugar, se abrió ante nuestros ojos, al superar una loma en el pinar, la laguna de Navalayegua, inmensa, con carrizo al fondo y abundantes patos flotando en su superficie. De largo medirá unos 300 metros, por más de 100 a lo ancho. Se encuentra en el límite suroccidental de la zona ocupada por estos humedales.
De ahí pasamos a la laguna de Navacornales, inmensa pradera inundable entre pinares con un pequeño charco en el medio que desaguaba hacia la de Navalayegua.
La preciosa laguna de Matisalvador, con forma de elipse se encuentra entre granjas y antiguas casas de labor. Su fondo es de plantas o algas verdes pegadas al suelo. Como adorno, además de pinares, algunas pequeñas alamedas.
Después cruzamos junto a Navaelsoto, precioso prado con una fina lámina de agua entre pinos y álamos.
En la laguna del Sapo también crecía abundante vegetación verde brillante, además de algunas espadañas. Cerca, como queriéndole ganar terreno, han plantado una alameda, todavía joven.
Otra laguna inmensa es la de Navahornos: al menos tendrá 600 metros de largo por 300 de ancho. En ella vimos numerosas fochas nadando, cigueñas pastando y un aguilucho lagunero planeando. Tiene abundante vegetación que se encuentra salteda por toda la superficie, sin ocuparla por entero.
Finalmente, la laguna de la Muña nos despidió sin dejarnos ver casi sus aguas, ocultas por un denso espadañal; como el de la laguna Lucía –la primera de las que vimos- con las espadañas bien secas, que estamos en invierno todavía.
Diversos circuitos, con sus senderos, puestos de observación e indicaciones variadas, facilitan al visitante información y posibles recorridos por este bello conjunto de arroyos, prados, lavajos, bodones –que también los hay: son como más solitarios, sin desaguadero- y pinares.
Granito…
Pudimos comprobar que en esta comarca las piedras no son como las de nuestra provincia, pues predomina el granito. Eso hace que sea más duradera y, tal vez por esta razón, toda piedra tiene su inscripción. En los puentes, en las calles, en las iglesias, en las cruces… vemos casi siempre algo escrito referente a la construcción del puente, al significado de la cruz, o a otra diversa razón.
Abundan los cruceros, en los pueblos y en sus cercanías. Y los pinares están llenos de mojones que señalizan caminos o propiedades o, en definitiva, límites.
Pasamos también por la humilde ermita del Cristo de Hontariego, en Hontalbilla, con su fuente y su pradera, ya en los límites del pinar. Más tarde, cerca de Lastras, visitamos la ermita de la Virgen de Salcedón aunque no le quedan muchos sauces.
…y hueso
Las casas son humildes, altas y de buena piedra –como en casi toda Castilla- las iglesias y sus torres. Tal vez lo más llamativo fue el encuentro con la Casa de las Ánimas Benditas, en Hontalbilla. Encima de la puerta, un frontis compuesto de calaveras incrustadas, muy dañadas. Y, en la pared sur, una cruz hecha de calaveras, igualmente incrustadas y dañadas. Original, aunque creo que existe una cruz similar en Urones de Castroponce. A nosotros, hombres del siglo XXI nos extraña. Pero hasta hace nada la gente sencilla de los pueblos vivía en contacto con esta realidad segura –la muerte- que nosotros pretendemos olvidar.
Y todo con la sierra nevada de telón de fondo. ¡Lástima día tan gris!
